Suelo levantarme
muy despejado por las mañanas. Me ducho, me afeito, preparo café, tostadas y zumo y mientras
desayuno escucho a Federico en la radio. No sé qué tipo de deformación psíquica
tengo en mi cerebro, es como si cada noticia, cada comentario me entrara por
las venas y recorriera todo mi cuerpo como una descarga de heroína, me hace
sentirme en condiciones óptimas. Salgo a la calle comiéndome el mundo. Tendré
que consultarlo con mi psiquiatra habitual.
La verdad es que,
desde hace meses, en los días de luna llena, mis colmillos crecen, el pelo se
me eriza en la cabeza y se pone de punta, el cuerpo se llena de un pelo negro y
duro, mis manos se convierten en unas garras diabólicas y tengo que vestirme
con un traje oscuro y llevar guantes.
—Doctora, usted me
diagnosticó un trastorno ansioso depresivo pero últimamente sueño que en las
noches de luna llena vago por la ciudad destripando extranjeros pobres, parados
y perro flautas y últimamente me da por los progres —le suelto casi antes de
sentarme en el sillón.
La doctora me mira
con esa sonrisa seductora que solo ella sabe poner y me dice:
—Eso son sueños.
No te preocupes, tienes que trabajar más con la psicóloga, hay que saber por
qué sueñas eso; quizás una dependencia infantil por la madre, o algún duelo que
no has cerrado, mira te voy a aumentar la medicación —y me suelta cuatro
recetas.
Precisamente esta
noche, en Lavapiés, me comí dos senegaleses, un moro y dos dominicanas que
estaban muy ricas. Me quedé satisfecho, pero a las dos horas, después de pasear
la cena por el Retiro, sentí hambre y mientras volvía a casa por el Paseo del
Prado ocultándome entre los árboles, medio iluminadas por la luz de una farola
vi una pareja de chicas que abrazadas contemplaban la espléndida luna.
— ¿Dos mujeres
abrazadas?, seguro que son bolleras. ¿Cómo se puede contemplar la luna a estas
horas abrazadas y besándose? —pensé mientras me acercaba a ellas sigilosamente
mientras un hilillo de baba caía de la comisura de mis labios.
En un abrir y
cerrar de ojos me abalancé sobre ellas y después de degollarlas con mis garras
di buena cuenta de sus tiernas carnes aromatizadas por el porro que se estaban
fumando, ¡estaban deliciosas!
Después de limpiarme la sangre tuve que coger un taxi en Atocha, había cenado demasiado, el senegalés estaba un poco duro, menos mal que el taxista llevaba sintonizada una radio fórmula. Cuando llegué a casa una ducha y a la cama, dormí como un bendito, lo curioso es que me desperté sin ardor de estómago y muy optimista. Me duché, me afeité, preparé café, tostadas y zumo y mientras desayunaba busqué en el dial Intereconomía, me siento feliz. En la próxima sesión con mi psiquiatra le preguntaré si será el café.
Sendero de Correchouso, 12 de abril de 2012
Juan, un consejo de amiga tuitera, cambia de emisoras ......
ResponderEliminarJajaja, eso tendré que hacer.
Eliminar¡GENIAL! Simplemente.
ResponderEliminarSalud.
Muy bueno!
ResponderEliminargracias juan era lo que necesitaba leer lobo hombre en madrid tu y tu gran sentido del humor inteligente besos
ResponderEliminarque hombre lobo con un corazon mas grande jo el destino me premio con tu amistad grande juan
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