"He aquí una ciudad de Encantadores, construida
por Reyes de las Hadas"; El segundo le respondió:
"Señor, hemos oído de nuestro sabio allá en nuestro hogar
del Norte que este Rey no es el Rey,
sino sólo un changeling del País de las Hadas,
que sorprende a los paganos mediante hechicería
y mediante el poder de Merlín ." Habló de nuevo el primero:
"Señor, no hay tal ciudad en ninguna parte,
es todo una visión".
Idilios del
Rey (Lord Tennyson)
Uno de los recuerdos de mi
infancia que tienen relación con el trabajo, me lleva a recordar una situación
relacionada con el descanso en domingo y fiestas de guardar, como se decía
antes. Mi Padre era delegado en Galicia de una empresa que importaba y
comercializaba frutas canarias en la Península. Semanalmente se recibían varios
barcos procedentes de las islas repletos de plátanos, en aquella época casi
nada estaba mecanizado y todo el trabajo se hacía a hombros de los obreros
portuarios. Estos cargaban paquetes, les llamaban piñas, de hasta 40 kg. tanto
para ser colocados en pallets que después serían izados por grúas desde la
bodegas del barco, como para después entregarlos a los distribuidores, los
cuales se valían de otros obreros para subirlos a los camiones. En aquellos
tiempos un trabajo duro el de los estibadores portuarios, a algunos se les
vencía el hombro con el tiempo.
A veces por razones de logística,
esta palabreja no se usaba, los barcos llegaban tarde por averías, inclemencias
del tiempo, fiestas intermedias, retrasos, etc. y como el producto era perecedero
había que trabajar en domingo o en alguna de las fiestas de guardar que
abundaban en nuestro calendario, Corpus, Ascensión, Asunción, San Pedro y San
Pablo (ex aequo), San Juan, Santiago,
etc. Para trabajar esos días no solo
había que tener el permiso del Sindicato Vertical, sino también la autorización,
mediante una bula, del Obispo correspondiente.
Esto viene al caso porque el
Gobierno de la Comunidad de Madrid, presidido por la Gran Lideresa de los Tea
Party Españoles, Esperanza Aguirre, ha aprobado hoy en Consejo de Gobierno la
liberalización total de los horarios del comercio en Madrid diciendo que
"es una seña de identidad" y que "Madrid quiere ser abierta,
integradora, acogedora y dar una imagen de vanguardia" haciendo mención a
New York y Tokio diciendo que estas ciudades no tienen "miedo a la
libertad". Esta decisión ya fue anunciada días antes por Percival Manglano
Consejero de Economía y Hacienda, no confundir con el Sir Perceval o Parsifal
de las leyendas Artúricas, un consejero muy a la medida de los Tea Party
madrileños.
La Señora Aguirre considera que
el culmen de lo "chic" y de la libertad es abrir los comercios de Madrid las 24
horas de todos los días. La libertad y
lo moderno para esta señora no es que tengamos una Escuela Pública universal, gratuita
y de calidad, que la Sanidad sea universal, gratuita y de calidad, que la
justicia sea gratuita para aquel que no pueda pagársela, la libertad para esta
mujer es que Madrid se convierta en una ciudad donde impere la ley del mas
fuerte económicamente, algo así como el Far West tan añorado por sus queridos
colegas de Estados Unidos.
De momento, los únicos que
saludan la medida son las grandes superficies y el Vicepresidente de la CEOE,
Arturo Fernández, ese señor que presionó todo lo posible para expulsaran del
templo dorado de Sol a los mercaderes del 15M, ese señor, intimo amigo de
nuestro Monarca y de la Sra. Presidenta, que habla de liberalización de la economía
y de la legislación laboral y tiene la concesión de comedores escolares,
hospitalarios, ministerios y consejerías e incluso participa en la
privatización de la educación pública y de la sanidad. Esta medida, según el Gobierno
Aguirre crearía veinte mil puestos de trabajo. ¿Pero qué trabajo?.
De entrada las grandes
superficies lo tienen claro, con los futuros contratos “mini jobs” a mini
salarios crearan puestos de trabajo de muy baja calidad. Donde está el problema
es en el pequeño y mediano comercio. El primero obligará a sus trabajadores
actuales a hacer más horas, pagadas a precio mínimo, bajo la amenaza del puesto
de trabajo, no están las cosas para decirle que no al patrón. Pero es que al
empresario no le dejan mas alternativas dado que compite ferozmente con las
grandes empresas del comercio, y como la Marquesa consorte de Murillo ha convertido esto
en una jungla, el comerciante pensará o me hago un “cabrón” o cierro el
negocio.
Peor lo tiene el pequeño
comercio, este tiene como mucho uno o dos trabajadores y en el peor de los
casos estos son familiares. Si quieren sobrevivir tendrán que ajustarse a los
horarios impuestos por los grandes, con el peligro, de no hacerlo, de ir
disminuyendo las ventas hasta tener que cerrar. Los horarios serán leoninos, sin domingos, sin
fiestas y casi seguro sin vacaciones. Una buena forma de conciliar la vida
familiar con la laboral.
La disculpa de que la vida que
llevamos acorta el tiempo que dispones para comprar es una de las mayores
mentiras de estos tiempos. Tenemos una de las mayores ofertas de compra de la
historia, grandes centros comerciales que abren diez horas diarias de lunes a
sábado, y un domingo al mes, y casi todo el comercio de los barrios cierra a
las 20:30 si no más tarde. Todavía no ha
habido noticias de ciudadanos que aparezcan muertos de hambre o de frío por no
tener tiempo de comprar alimentos o ropa.
Por lo visto para la Lideresa lo
importante es cambiar los hábitos de los madrileños, ya no somos ciudadanos,
solo somos consumidores o unidades de consumo, su intención es que todo el
tiempo libre que tenemos lo dediquemos a pasear por esos centros comerciales
anodinos comprando, comiendo basura y oyendo una música alienante y
martirizadora. Hay niños que no han pisado un parque en toda su vida, eso sí,
se conocen todos los pasillos de muchos de los centros donde sus padres los
llevan a pasear los fines de semana.
Y retomando mi infancia, me
acuerdo también que en aquellos tiempos los domingos y fiestas de guardar no
había pan, y los sábados se compraba el doble, que tampoco estaba tan mal porque
solo era pan de trigo. Íbamos los sábados al colegio por la mañana, y en el que
estudié incluso nos obligaban a ir a misa los domingos y de uniforme.
Pero lo que nunca olvidaré son
los días festivos con mis padres, cuando hacía buen tiempo íbamos a pasar el
día a la Madroa o al Monte Alba o a la Playa de La Fuente o de Limens a pasar
el día, no recuerdo que nos faltaran nunca esas tortillas o filetes empanados
con pimientos de padrón que mi madre llevaba en esas fiambreras que al abrirlas
olían a gloria. Ir de comercios era tan
excepcional, que cuando nos iban a comprar ropa era todo un acontecimiento.
Hablar de libertad para
justificar tal medida es de una estupidez absoluta. Decía Santo Tomas de Aquino
“Mi libertad se termina donde empieza la de los demás”.
Camelot, 14 de noviembre de 2011
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